jueves, 21 de julio de 2016

Turismo de tortura

A cuento de la desgraciada muerte de una adolescente en la montaña aragonesa y del debate sobre la actuación de la Guardia Civil (lo hacen de lujo) en el rescate se pone de manifiesto la temeraria deriva en la forma de hacer turismo del siglo XXI. El ser humano lleva miles de años intentando escapar de los peligros y buscando el máximo confort. Se trataba entonces de huir del frío y del calor, de asentarse donde hubiera agua y comida, y de permanecer protegido de los peligros tan enormes y tan mortíferos para el ser humano que proporciona el exterior. Sin embargo, ahora el turismo se ha propuesto el riesgo como meta turística en busca de un subidón de adrenalina. Léase: escalar por sitios imposibles en el monte, bajar barrancos, descender ríos, tirarse por puentes, quemarse en la arena, visitar los polos de la tierra, subirse en atracciones inconscientes, dormir en Chérnobil, cazar fieras, atravesar desiertos, hacerse selfies en azoteas y, sin duda, tocar el suelo de países políticamente en conflicto, para muchos de los cuales hay que ponerse una vacuna gratuita mientras los ancianos deben contribuir con una parte al pago de los medicamentos. El listado es más amplio, claro, pero la muestra ya sirve para ejemplificar aquellas cosas que desearíamos para el enemigo o que utilizaríamos como castigo en caso de necesitarlo. Dentro de nada, veremos un listado de "yo estuve allí" de ciudades con atentados a sus espaldas. ¿Turismo de aventura o turismo de tortura?

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